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Venezuela y Cuba: un triste déjà vu


Basta charlar con los venezolanos exiliados para sentir de golpe un déjà vu: algo que ya se ha vivido y que regresa como una pesadilla recurrente.

A pesar de que la elección de la Constituyente ha sido un fraude en toda la regla denunciado por la propia empresa que contó los votos, Nicolás Maduro escenifica la toma del Palacio Federal Legislativo con su engañosa Asamblea Constituyente. Es el golpe definitivo para echar cerrojo con una dictadura moldeada a imagen y semejanza de la que pervive en Cuba.

Ése es el ominoso déjà vu que se vive día a día, con la diferencia de que Fidel y Raúl Castro aniquilaron la sociedad civil en muy poco tiempo. Ya en 1960 funcionaban los Comité de Defensa de la Revolución, cuya misión era la vigilancia colectiva barrio por barrio. Al chavismo, en cambio, le ha tomado casi dos décadas pasar del autoritarismo al totalitarismo. Desbordado por una crisis acuciante, Maduro ya no puede mantener la fachada de una falsa democracia, pues lo único que lo sostiene, como ocurrió con el castrismo, es la opresión feroz y descabezar a la oposición.

Esta Venezuela del terror, el hambre y el desaliento es el déjà vu de la Cuba del terror, el hambre y el desaliento. La última redada contra los líderes opositores Leopoldo López y Antonio Ledezma, con cuyas vidas juega a su antojo la policía bolivariana, inevitablemente recuerda a la época más negra de la disidencia en Cuba. Figuras como Huber Matos, Sebastián Arcos o Mario Chanes de Armas sufrieron largos encierros antes de ser liberados ya mayores o, como Arcos, gravemente enfermos. Se calcula que hoy en Venezuela hay más de 600 presos políticos.

En medio de la ola represiva desatada tras el fracaso de la Constituyente el pasado 30 de julio, hay opositores y magistrados asignados por la Asamblea Nacional refugiados en al menos una embajada, la de Chile. Así fue a principios de la Revolución en Cuba, cuando las sedes diplomáticas en la Habana se vieron rebasadas por perseguidos políticos que se asilaban antes de acabar frente al paredón o en prisión. Años más tarde, cuando la isla ya era una cárcel rodeada de mar, miles de cubanos se refugiaron en la embajada de Perú, protagonizando el éxodo masivo del Mariel hacia el Sur de la Florida. Una válvula de escape que puede producirse en Venezuela y que países vecinos como Colombia prevén, anticipando una oleada migratoria.

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Afortunadamente, el chavismo no ha barrido a la oposición como hicieron los Castro desde su llegada al poder en 1959. A lo largo de estos 17 años, en Venezuela han sobrevivido fuerzas políticas que se han medido con el oficialismo en las urnas y que han logrado vencer, tal y como lo demostraron el pasado 16 de julio en una consulta popular que repudió de manera contundente la farsa de la Constituyente.

El bloque opositor que aglutina la Mesa de Unidad Democrática (MUD) es la bomba de oxígeno que mantiene vivos los resquicios de libertad que quedan en el país. Por eso es vital que la MUD permanezca unida en esta batalla en la que el enemigo juega sucio y apuesta por su descomposición. Mientras Maduro maniobra para consolidar su tiranía, líderes opositores discuten si deben participar o no en las elecciones a gobernadores regionales que se celebrarán en diciembre. Unos creen que eso sería legitimar al régimen y otros, como Henry Ramos Allup, sostienen que renunciar a participar, como ya sucedió en los comicios parlamentarios de 2005, significaría regalarle espacios al chavismo. Para el dirigente de Acción Democrática sus armas son los votos y no las balas del Gobierno.

Es fundamental que no cese la presión internacional contra los atropellos de Maduro, pero el triste ejemplo de Cuba es la prueba de que cuando el fin es aferrarse al poder, la represión y el terror no tienen límites. Hoy conviene recordar las palabras de Vaclav Havel: «La esperanza no es la convicción de que las cosas saldrán bien, sino la certidumbre de que algo tiene sentido sin importar el resultado final». Ojalá que los venezolanos se salven de lo que no se han podido librar los cubanos.

 

GINA MONTANER


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