Rusia: Las sanciones de EE UU son una declaración de “guerra comercial”
El primer ministro de Rusia, Dmitri Medvédev, ha calificado de declaración de «guerra comercial» contra el país la nueva ley de sanciones aprobada por el Congreso de Estados Unidos y promulgada por el presidente Donald Trump este miércoles. Medvédev ya no ve a corto plazo ninguna posibilidad de mejorar las relaciones con Washington y constata que Rusia deberá trabajar para desarrollar su economía apoyándose solo en sus propias fuerzas.
Tres son los efectos principales que tienen las nuevas sanciones, según Medvédev: «Primero, las esperanzas de un mejoramiento de nuestras relaciones con la nueva Administración estadounidense se ha desvanecido; segundo, a Rusia se le ha declarado una auténtica guerra comercial»; y tercero, como, «si no sucede un milagro, el régimen de sanciones continuará por decenios», habrá que «seguir trabajando tranquilamente en el desarrollo de la economía y la esfera social, en la sustitución de las importaciones y en la solución de los problemas estatales», contando principalmente sólo con las propias fuerzas.
El análisis que el primer ministro hizo el mismo día que Trump firmó la ley de sanciones no se limitó solo a Rusia, sino que también se refirió a EE UU. Para Medvédev, «la Administración de Trump puso de manifiesto su total impotencia cediendo, de la manera más humillante, sus facultades ejecutivas al Congreso», lo que «cambia la correlación de fuerzas en los círculos políticos de EE UU»; concretamente, esto demuestra que «el establishment ha derrotado completamente a Trump». Medvédev considera que los ataques contra el presidente estadounidense continuarán con el objetivo final de «apartarle del poder».
«La política ha dejado a un lado el pragmatismo» en EE UU y «la histeria antirrusa se ha convertido en una parte vital no solo de la política internacional (lo que ha sucedido muchas veces), sino también de la interior», señaló el jefe del Gobierno ruso.
Aunque Medvédev reconoció que Trump «no está contento con las nuevas sanciones», constató que «no podía no firmar una ley» aprobada «casi unánimemente» por el Congreso. Esta ley —que, como dijo Medvédev, es más dura que la de Jackson-Vanik (que, aprobada en 1974, continuó restringiendo el comercio con el Kremlin incluso después de la caída de la URSS)— mantendrá un nivel «extremadamente tenso» en las relaciones entre ambos países; provocará largos procesos en los «tribunales y organismos internacionales» y conducirá a que «siga aumentando la tensión internacional» y a la renuncia a «resolver importantes problemas mundiales».
El domingo pasado, el presidente ruso, Vladímir Putin, se mostró partidario de continuar colaborando con Washington en las esferas que no caen bajo el régimen de sanciones. Al respecto, Putin se refirió a la limitación de armas de destrucción masiva, la guerra contra el terrorismo, la pacificación de Siria, la lucha contra la delincuencia organizada, la colaboración en el programa espacial. Esta posición ha sido corroborada por el Ministerio de Exteriores, pero a condición de que Washington «deje de ver el mundo circundante a través del prisma de la exclusividad estadounidense«.
«Los partidarios de las sanciones, que han sembrado en EE UU la histeria rusófoba», hace tiempo deberían haber comprendido que «con amenazas y presiones no conseguirán que Rusia cambie su política o abandone sus intereses nacionales», se dice en la declaración que Exteriores divulgó también el miércoles. «El intercambio de pinchazos no es nuestra elección. Estamos abiertos a la colaboración con EE UU en aquellas esferas que consideramos provechosas para nosotros y para la seguridad internacional, incluida la solución de conflictos regionales», señala el texto.