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Exguerrilleros se esfuerzan por mostrar que la paz es posible en Colombia


Oswaldo Sánchez, a quien el conflicto armado colombiano le arrebató un hermano, es uno de los 253 miembros de la antigua guerrilla de las FARC que sigue creyendo que la paz es posible y por eso, en medio de las dificultades, está decidido a criar cachamas y tilapias para exportar.

Las manos que antes empuñaron un fusil ahora están ocupadas preparando lo que será en el futuro una cooperativa que comience a ofrecer en el mercado productos para hacer posible que los exguerrilleros de las FARC vuelvan a la sociedad.

«No ha sido fácil», dice Sánchez mientras hojea un cuaderno en el que tiene apuntado el proyecto de piscicultor que pondrá en marcha junto con otros 27 excombatientes en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de Buenavista, en el municipio de Mesetas, departamento del Meta (centro), en donde permanecen 253 exguerrilleros que hacen su tránsito a la vida en sociedad.

Pese a la fe que tiene depositada en el proceso de paz firmado por las FARC, ahora convertida en partido político, Sánchez dice que él al igual que otros de sus compañeros decidieron ponerse a trabajar sin la ayuda del Estado que en vez de cumplir con lo pactado, está empeñado en quitarle aspectos fundamentales al acuerdo.

Y es que para este hombre curtido por la guerra el Gobierno no les ha cumplido lo referente a la tierra «porque sin tierra no hay trabajo y no se puede desarrollar ninguno de los proyectos productivos que la gente tiene en la cabeza».

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«En Buenavista nos cansamos de esperar. Nos pusimos a trabajar, unos decidieron sembrar yuca, plátano, cítricos, aguacate, criar pollos y cerdos, y nosotros, cachama y tilapia con recursos que aportan los excombatientes», explica el exguerrillero, que prefiere no hablar de su pasado.

Lamenta que no se haya avanzado más y recuerda que los proyectos, algunos de ellos todavía en el papel, se desarrollan en una granja de 35 hectáreas que arrendaron y por la cual pagan 700.000 pesos (unos 235 dólares) al año.

De todos modos considera que más adelante ellos mismos van a transformar la región para que sea atractiva al «turismo de aventura» pues la zona ofrece esas posibilidades al tener bellos paisajes, ríos y «todo lo que hace falta para eso».

En ese sentido, los miembros de la antigua guerrilla reciben el apoyo, al menos de palabra, de empresarios y comerciantes de la zona que prefieren verlos «produciendo y en la legalidad».

«No es posible que lo que han hecho en la zona haya sido sin ayuda del Gobierno», dice un comerciante de textiles que estuvo secuestrado por las FARC durante 29 días y que se mantiene en el anonimato.

El comerciante prefiere a las FARC en la legalidad y como a un grupo de personas «a las que se les tiene que ayudar para que produzcan» y por eso ya no teme visitar la zona, en donde incluso pueden estar algunas de las personas que lo mantuvieron en cautiverio.

«Si queremos un país reconciliado es mejor olvidar el pasado y mirar al futuro en donde todos quepamos», subraya mientras le echa el brazo a un exguerrillero que le ofrece un pedazo de queso y un café.

Pese al ánimo que manifiestan quienes dejaron las armas, el jefe político de la zona, José Aldinever Sierra, alerta sobre la necesidad de que el Gobierno les dé la tierra y los recursos prometidos porque «hasta el momento no han visto casi nada».

Lamenta que varios exguerrilleros hayan tenido que salir del espacio de reincorporación de Buenavista «porque no tenían nada en qué ocuparse» y carecen de toda fuente de empleo.

«No nos vamos a dejar morir de hambre y por eso es que decidimos emprender los proyectos de producción y así demostrarle a la comunidad que seguimos cumpliendo con el acuerdo de paz», afirma.

Por ahora siguen con sus proyectos y convencidos de que de algo debe servir que ese pedazo de Colombia fuera el escogido para entregar a la ONU parte de las 7.132 armas y con ello dejar de existir como grupo guerrillero y convertirse en el partido político Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC).

EFE


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