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Vestido de Mujer


Por: Manuel Raad Berrio

¡Hoy estoy de fiesta! El 25 de noviembre cumple años mi amada sobrina, y al mismo tiempo, el mundo conmemora el “día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer”, siguiendo la declaración establecida por las Naciones Unidas en 1999 (hace apenas unos 18 años), por iniciativa del movimiento feminista latinoamericano como rechazo al asesinato de las “tres mariposas”, las hermanas Mirabal, que en este día del año 1960 dieron la vida en República Dominicana para que el mundo comenzara a gritar ¡NUNCA MÁS!

Esta conmemoración en hermosa providencia coincide con el natalicio de mi primera sobrina, primera nieta de mis padres, y quien, en otra hermosa providencia, en honor a la madre de cristo fue bautizada Mariana, o seguidora de María.  Ambas noticias, la fecha y su nombre motivaron en mí las siguientes líneas con la esperanza de verla crecer en un mundo mejor.

Hace sólo 70 años, en Colombia las mujeres vivían institucionalmente excluidas de los atributos básicos de la vida en sociedad: No podían ingresar a la Universidad, no eran consideradas ciudadanas, no podían votar, ni siquiera podían recibir directamente el pago de su salario, y estaban, les gustase o no, confinadas a la vida de hogar so pretexto de sostener la familia. Y aunque el panorama de derechos es distinto en nuestros días, para muchas mujeres esa realidad de hace 70 años sigue siendo su única realidad.

Afortunadamente, en este tema, Colombia ha estado a la vanguardia legislativa de los países del mundo, en 1947 la primera mujer es admitida en una Universidad; en 1953 un único grupo de 46 mujeres provenientes 12 departamentos es admitido en la escuela de oficiales de la policía (entre ellas, María Eugenia Rojas, hija del General y entonces Presidente Gustavo Rojas Pinilla); en 1957 ejercen por primera vez el derecho a votar; en 1963 Maria Susana Awad, de origen libanés, se posesionaba como la primera mujer Alcalde de Colombia (Ocaña); y así los episodios de la notoriedad femenina han sido cada día más frecuentes.

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La Ley de cuotas, la licencia de maternidad, la política pública para la mujer rural de 1984, la igualdad y no discriminación en la constitución de 1991, y otras tantas iniciativas públicas y privadas han hecho posible que hoy las mujeres de nuestras vidas puedan vivir una realidad muy distinta a la que les hubiera tocado vivir en la primera mitad del siglo XX, lo más interesante de todo esto es que su camino nos ilustra una lucha paciente y muchas veces dolorosa, que bien podría compararse con el rol de ser madres, personificado en la historia de María.

Pero en contraste, el primer semestre de 2017 dejó 399 mujeres asesinadas y sorprende especialmente qué de ellas, según publicó RCN, el 50% de las amenazas provienen de compañeros sentimentales y otro 30% de exparejas, y que, en muchos de los casos, ¡los asesinos fueron sus propios hijos! Esto nos obliga a mirar más de cerca, para entender que más allá de las leyes, la violencia en general y especialmente la violencia contra la mujer obedece en gran medida a la carencia de formación emocional en el marco de una cultura que promueve exclusión, la segregación y por esa vía la violencia.

Y es que en un mundo de “machos” entender por qué las mujeres, en determinadas circunstancias, merecen un trato diferenciado y preferente, requiere un esfuerzo especial que supone un profundo ejercicio de empatía. Vestirnos de mujer y usar sus tacones, estar embarazados como lo escenificó Arnold Schwarzenegger en Junior, sufrir los dolores del parto tan seguido como la menstruación, que por cierto acabo de descubrir se escribe con N, y vivir por ellas lo que significa el peso de las bendiciones de la naturaleza.

Entender, que es una gran aberración sentirse “dueño” del otro, que los seres humanos no son cosas inertes, que las diferencias no son un estigma, sino que abren la posibilidad de conocer nuevas y diversas realidades. Entender que el reto de convivir, esto es, vivir con otro, se resuelve al practicar la doctrina de las tres C: Compartir; Compasión y Comprender. Entender, en suma, que es la educación por la empatía la clave de una sociedad más Justa.

PD: FELIZ CUMPLEAÑOS MARIANA

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