La selección de Croacia llega a los octavos de final de Rusia 2018 como líder indiscutible del grupo D después de que la ‘segunda unidad’, gracias a un tanto postrero de Ivan Perisic, firmara el pleno ante una Islandia que tardó en creérselo y que puso fin con honor a su primera participación mundialista.
El equipo balcánico se ha ganado el crédito suficiente para que se le pueda considerar una de las alternativas de peso a las grandes favoritas, aunque eso deberá ratificarlo a partir de ahora en las eliminatorias.
Y es que mientras Heimir Hallgrimsson confió en su bloque habitual salvo tres cambios, Zlatko Dalic optó por una rotación masiva, tanto que del equipo titular ante Argentina tan solo mantuvo a su capitán, Luka Modric, y a Ivan Perisic.
Con el billete en el bolsillo y prácticamente asegurada la primera plaza, Dalic pensó en el más allá de este encuentro, en otorgar descanso a buena parte de su columna vertebral sin arriesgar lo más mínimo para encarar los octavos de final con el grupo fresco y con la implicación de toda la plantilla.
No necesitó mucho más para firmar definitivamente el liderato. Incluso pudo dar descanso al propio Modric, al que reemplazó a los 65 minutos. Para entonces ya dominaba con un gol de Milan Badelj al principio del segundo periodo, que castigaba la falta de ambición inicial de Islandia y su escasa pegada cuando tuvo la ocasión de aposentarse en los octavos.
Croacia ejerció de selección con poso, de equipo capaz de manejar los códigos de un partido, de aguantar cuando la ocasión lo requería, de contemporizar y de aprovechar en los momentos de la verdad.
De partida, el libreto del partido fue el esperado, aunque quizá exagerado en cuanto a posesión de balón por parte de Croacia. A los veinte minutos se había adueñado del esférico un 79% del tiempo (64% al descanso).
Con Islandia pertrechada atrás y demasiado conservadora, el encuentro discurrió sin apenas alteración bajo el control de los madridistas Modric y Mateo Kovacic y Milan Badelj.
Tardaron los hombres de Heimer Hallgrimsson en quitarse las ataduras. Su incondicional y espectacular afición, conocedora del tanto de Leo Messi en San Petersburgo, no dudó en arredrar a su tropa. Los jugadores se desperezaron y comenzaron a ser ese equipo osado que venció a la propia Croacia en Reikiavik en la fase de clasificación mundialista y que encandiló en la última Eurocopa de Francia.
Su sueño creció como la espuma, aunque también pareció desaparecer como la espuma. En el tramo final del primer periodo Alfred Finnbogason, Birkir Bjarnason y Aron Gunnarsson rondaron el gol. No lo lograron y lo pagaron muy caro al inicio del segundo periodo en la segunda aproximación seguida de Badelj, que batió a Hannes Halldorsson desde dentro del área justo después de haber enviado al larguero un disparo lejano.
Enrabietada, la selección islandesa se negó a despedirse con una derrota. Sverrir Ingasson volvió a aproximar a su equipo al gol. De nuevo sin premio por el larguero y la intervención de Lovre Kalinic. Birkir Bjarnason tuvo también la suya. De nuevo fallo.
Islandia echó mano de ese orgullo que le hizo ganarse el respeto y el cariño de todo el mundo del fútbol. Para su fortuna se encontró con un penalti por mano de Lovren, que acababa de salir, y que transformó Gylfi Sigurdson.
Este empate y el postrero tanto de Marcos Rojo para Argentina le situaban a un tanto del pase. Lo intentó como pudo el equipo nórdico. Lo buscó con todo lo que tenía y podía. En cambio, se encontró con la sentencia en una buena maniobra que permitió a Perisic firmar el 2-1 que daba el pleno a Croacia y significaba el adiós, un adiós honroso, de Islandia.