Claudio Bravo, el héroe que lleva a Chile a la final de la Confederaciones
Cristiano, a quien le encanta reservarse para las mejores ocasiones, taciturno durante toda la noche, ni siquiera tuvo que lanzar el penalti que le correspondía. Claudio Bravo, azotado sin piedad este curso en la Premier, sacó hasta tres penas máximas (Quaresma, Moutinho y Nani) en la tanda definitiva. Y Chile, acostumbrada a triunfar en este tipo de agonías (véase su doble éxito en la Copa América), dejó a la temblorosa Portugal en la penúltima curva de la Confederaciones.
Intuyó Fernando Santos cuál podía ser el gran problema de Chile, por lo que no tuvo reparos en resguardarse y esperar. Es decir, su plan preferido. Alexis Sánchez, factótum chileno, no tiene a su vera un futbolista de fiar con el que asociarse. Una bendición para una pareja de centrales tan veterana y tosca como la formada por Fonte y Bruno Alves, nada exigidos por Vargas.
Aunque los lusos pudieron ir trampeando pese a la baja por sanción de Pepe. Si acaso, debió esperarse mayor empeño de la pareja de defensas de Portugal en una de las mejores ocasiones chilenas de la noche, cuando el menudo Alexis, ya en la primera parte de la prórroga y tras una aventura de Isla en el carril, cabeceó a sus anchas en el área. El balón pasó a medio palmo del palo. Aunque nada como la doble oportunidad con la que los de Pizzi concluyeron el tiempo extra, cuando Vidal, primero, y Rodríguez, tras el rebote, estrellaron sus ilusiones en el palo. Aunque no es Chile una selección dada al tormento. Siempre se las apaña para sobrevivir, por mucho que el árbitro iraní obviara un claro penalti de Fonte a Gato Silva. No hubo rastro del dichoso VAR.
Tras un inicio de encuentro espumoso en el que ambos combinados amagaron con abrir el partido -Rui Patricio y Bravo salvaron duelos al sol frente a Vargas y André Silva-, el tiempo se detuvo durante 90 minutos en Kazán. Portugal retrocedió hacia su campo, procuró que Adrien Silva no se separara de Arturo Vidal, y se entretuvo mirando cómo los hombres de Pizzi morían una y otra vez en las zonas donde nada duele.
Tampoco parecía inquietarse demasiado Cristiano Ronaldo desde su posición, que no era otra que la estepa abierta a la espalda de Marcelo Díaz y el Tucu Hernández, quienes, al menos, se las apañaban para que los contragolpes no tuvieran incidencia alguna. El delantero del Real Madrid, sin saber muy bien qué hacer, se aburrió de lo lindo. Apenas asomó una vez en el primer acto y, ya en el segundo, vio como su mejor disparo no encontraba portería.
El azulgrana André Gomes y Bernardo Silva, uno de los nuevos cromos del City de Guardiola, no tenían inconveniente en campar de arriba a abajo sin la compañía del balón. El azulgrana se acostumbró a acercarse al balcón con la única intención de tirar al bulto. Mientras que Silva, la única pieza con capacidad para enlazar las líneas, fue borrado por su seleccionador con todo por decidir.
Descubrió Fernando Santos en la pasada Eurocopa que el éxito, muchas veces, no pasa por quien pretende la pelota, sino por el que la evita y acaricia el rosario. Chile, sin embargo, le devolvió a la realidad. Cristiano, al que ya sólo le queda pelear por el tercer puesto, podrá aclararse las ideas en un verano que se le presenta de lo más agitado.