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Al toque: El Laberinto de Pékerman


Por Guillermo Jabba

“Nada resulta tan permanente como lo provisional” solía decirme un antiguo colega, cuando por emergencias en el mundo corporativo nos veíamos forzados a  ejecutar cambios que afectaban nuestra comodidad laboral. Reconozco que siempre he  terminado dándole la razón, y éste caso no será precisamente la excepción.

Edwin Cardona se encuentra en una recurrente encrucijada, ocasionada por un ensayo que en su momento resultó gratamente exitoso: Ante la necesidad de reforzar la posesión del balón en Barranquilla, contra un peligroso y potente Ecuador que marchaba primero en la Eliminatoria; Pékerman decidió ubicarlo como extremo izquierdo en una línea de 3 volantes ofensivos. El experimento fue todo un éxito, porque cuadrado y Cardona se ocuparon del trabajo por las bandas, liberando a James a jugar más cerca de Bacca, y del arco rival. Resultado: 3-0 a favor nuestro, en un inolvidable repaso colectivo y táctico para los Ecuatorianos.

Aquel partido fue una muestra de cómo los sacrificios individuales surten efecto cuando se ejecutan en procura de un propósito mayor. A pesar de su poca continuidad en Madrid, el nivel individual de James era suficiente para intentar potenciarlo hacia su plenitud.

Sin embargo, aunque se ha seguido utilizando la misma variante en partidos posteriores, Cardona se encuentra muy lejos de ser un jugador con desborde y movilidad; características que lo harían sentir mucho más cómodo en esa posición. Para nadie es un secreto que su mayor zona de influencia  está en el interior del campo, donde puede desarrollar a gusto su juego parsimonioso y su remate de media distancia.

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Por esto resulta irónico que en Boca lo ubiquen en la misma zona del extremo izquierdo, sacrificándolo nuevamente al servicio del esquema que prefiere el Mellizo Barros Eschelotto (4-3-3).

Pero lo realmente curioso ocurrió en San Cristóbal; donde resultaba imperativo para Colombia disponer de un jugador de sus características en la zona interior, compensando de esa forma el aporte en la generación de juego que se perdería con la ausencia forzada de James: Pékerman decidió dejarlo en el extremo izquierdo, ensayando a Jimmy Chará como Media Punta.

Una Transposición ilógica de funciones, a mi modo de ver. Vimos en el primer tiempo a un Chará neutralizado,  de espaldas al arco, muy  lejos de poder explotar todo su desborde, explosión, profundidad y sacrificio táctico; como lo suele hacer en Junior por los costados del campo. Vimos a Cardona con problemas para asumir el rol de conductor que le correspondía, intentando conectarse con sus compañeros desde una zona aislada, sin verdadero radio de acción.

No se trata de que Cardona no pueda jugar por fuera, sino de que el partido pedía otra cosa: Colombia necesitaba un hilo de conducción, un compás que le proporcionara pausa y serenidad ante el asedio constante de los marcadores venezolanos, que siempre buscaron el enfrentamiento cuerpo a cuerpo para neutralizar nuestro frágil intento de posesión.

Con el ingreso de Gio Moreno, que se acomodó en el centro del campo; por fin pudimos ver a un Chará  incisivo y llegando con profundidad por el sector izquierdo. En pocos minutos generó la jugada más peligrosa del segundo tiempo, ganando la espalda de la defensa y eludiendo al último defensor, para terminar desperdiciando en la definición un gol que lo hubiese consolidado internacionalmente como el Crack que muchos sabemos que és.

Lección aprendida para el cuerpo técnico? El análisis del empate con Brasil nos puede ayudar a averiguarlo.


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