Satisfacción israelí e ira palestina


Jerusalén es un símbolo. Y en Tierra Santa el simbolismo a veces lo es todo. Las palabras del presidente estadounidense Donald Trump no modificarán el relato de israelíes y palestinos en su disputa territorial y religiosa sobre Yerushalayim o Al Quds pero tienen suficiente potencial para incendiar unas tierras ya de por si fácilmente inflamables.

Las dos partes contemplaron el anuncio de Trump con el mismo interés pero con gafas muy diferentes. Para los israelíes, es un «paso positivo, lógico e histórico». Para los palestinos, «negativo, ilógico y trágico«. El grupo islamista Hamas fue más allá: «Trump abre las puertas del infierno».

El reconocimiento no tiene efectos prácticos sobre el estatus de la ciudad y la embajada estadounidense de Tel Aviv tardará mucho en desmantelarse, pero su carga simbólica ya ha empujado a las facciones palestinas a proclamar tres días de «la ira» y a la Organización de la Cooperación Islámica (OCI) y la Liga Árabe a convocar reuniones de urgencia.

Las fuerzas de seguridad israelíes están en alerta por el temor de que la ira se convierta en disturbios y atentados mientras EE.UU ha pedido a los suyos no visitar la parte oriental que incluye el disputado perímetro donde se levantan los Lugares Santos para el cristianismo, judaísmo e Islam.

Poco después de su discurso, tenían lugar las primeras protestas en Cisjordania y Gaza que pueden finalizar, como promete Hamas y la Yihad, en una nueva Intifada.

«Viola la ley internacional»

El presidente palestino, Abu Mazen, rechazó y condenó el reconocimiento «que viola la ley internacional». Según él, el anuncio de Trump ayuda «a los grupos más radicales que quieren llevar la zona a una guerra religiosa«. El rais cree que el anuncio puede enterrar las esperanzas de paz basada en la creación de un Estado palestino con Jerusalén Este como capital. «Al Quds (Jerusalén) es la capital eterna del Estado de Palestina», ha dicho. En Ramala afirman que el mensaje de Trump supone la retirada de EEUU como mediador dejando en papel mojado sus renovados esfuerzos para reactivar la negociación estancada desde el 2014.

«Es el anuncio oficial del final de las negociaciones. Jerusalén es palestina, árabe e islámica. El pueblo palestino no se rendirá a esta decisión y la resistirá con todo los medios», avisó el líder islamista Ismail Haniyah.

Las palabras de Trump pueden ayudar a restaurar los frágiles puentes en el proceso de reconciliación entre Hamas y Al Fatah ya que Al Quds siempre ha sido una bandera unificadora palestina.

Mientras Trump aparecía en televisión, las banderas de Israel y Estados Unidos se proyectaban en las murallas de la Ciudad Vieja y el Puente de Catalatrava. «Es un día histórico. Jerusalén ha sido la capital de Israel en casi 70 años y el foco de nuestras esperanzas, sueños y rezos durante 3000 años», reaccionó el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu mostrando «su profundo agradecimiento al presidente Trump por su justa y valiente decisión».

«Es un paso importante hacia la paz porque no hay paz sin incluir a Jerusalén como capital de Israel.(…) No habrá cambios en el statu quo de los Lugares Santos. Israel siempre garantizará libertad de culto a judíos, cristianos y musulmanes», añadió el dirigente israelí.

«Peligrosas consecuencias»

Mientras los principales aliados árabes de EE.UU (Egipto, Jordania y Arabia Saudita) rogaban hasta el último minuto a Trump que reconsiderara su decisión advirtiendo de las «peligrosas consecuencias», Turquía e Irán reaccionaron con mayor virulencia. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, avisa con una posible ruptura de las relaciones con Israel mientras Irán promete que «Palestina será liberada al final y los palestinos y el mundo islámico resultarán vencedores».

Jerusalén es el principal punto de discordia ya que al conflicto histórico y territorial se añade el elemento religioso. Con la independencia de Israel en 1948, la parte occidental quedó bajo su control. En la guerra del 67, ocupó Jerusalén Este, bajo soberanía jordana, para en 1980 aprobar una ley en la Knésset que declaraba la ciudad como «capital unificada e indivisible de Israel». Su anexión, sin embargo, no fue reconocida por la comunidad internacional.

En unos meses y en su primera carrera fuera de Italia, el Giro aterrizará en Jerusalén. Para ello realizó unos anuncios de promoción sobre la etapa en la Ciudad Santa que provocaron polémica con acusaciones entre dirigentes israelíes y palestinos. El Giro aclaró que lo suyo es sólo la bici y que huye de cualquier mensaje político.

Pero en esta ciudad todo puede ser visto como político. Fuente de inspiración pero también de discrepancia. Desde mover una escalera en la Iglesia del Santo Sepulcro hasta colocar detectores de metales en la entrada de Haram Al Sharif (Noble Santuario) o Har Bayit (Monte del Templo) pasando evidentemente por lo que diga el inquilino de la Casa Blanca.


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