La fiscalía italiana ordenó el pasado martes el desembarco del Open Arms en la isla de Lampedusa, en el que estaban a bordo 83 migrantes rescatados en el Mediterráneo.
La decisión pone fin a más de 20 días de espera para poder atracar en un puerto seguro.
Durante este tiempo, la tormenta política no dejó de escalar en Italia y en el resto de Europa.
El ministro italiano del Interior, Matteo Salvini, responsable de la política de puertos cerrados a las naves de las ONGs, declaró que debería ser España, el país donde está registrado el barco, la que recibiera a los migrantes, algo a lo que Madrid se negó en un principio.
«Italia no es un campamento de refugiados de Europa. Que vayan a España o Noruega», dijo, tajante, Salvini durante esta crisis.
No obstante, la pequeña isla italiana ha sido un imán para los migrantes que huyen de la pobreza y la violencia de África, y no es la primera vez que un barco con migrantes rescatados de un naufragio tiene que esperar a que las instituciones europeas y los países se pongan de acuerdo para acogerlos.