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Tumaco, el pueblo colombiano asfixiado por la coca, la violencia y la pobreza


La primera imagen que tienen quienes llegan al aeropuerto de Tumaco es la de una zona de conflicto por los helicópteros artillados, policías y militares en uniforme de combate que se ven en la terminal aérea de esta ciudad que tiene los mayores cultivos de coca de Colombia.

El municipio, de más de 200.000 habitantes y con el segundo puerto de Colombia sobre el Pacífico, está en el ojo del huracán desde comienzos de mes por una ola de violencia asociada al narcotráfico que ha dejado al menos ocho muertos.

El posconflicto tras la firma de la paz con las FARC no ha llegado a Tumaco, situado en la frontera con Ecuador y, por el contrario, la violencia va en aumento desde el pasado 5 de octubre cuando al menos siete campesinos cocaleros fueron asesinados supuestamente por policías en un confuso incidente.

También fue asesinado el 17 de octubre el líder comunitario José Jair Cortés, uno de los miembros del Consejo Comunitario del Territorio de Alto Mira y Frontera, una de las zonas más golpeadas por el conflicto con las FARC y ahora por bandas de narcotraficantes y disidencias de la antigua guerrilla que se convirtió en partido político.

En el aeropuerto La Florida hay más de media docena de helicópteros aparcados en los costados de la pista de aterrizaje que son utilizados para llevar a soldados y policías a las zonas rurales donde están los cultivos de coca y donde se fermenta la violencia.

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En las barriadas más pobres las casas de madera construidas sobre palafitos, que predominan en la ciudad, tienen puertas y ventanas cerradas y en muy pocas la gente se asoma a ver lo que pasa en la calle o aceptan conversar con los periodistas.

Hasta un circo instalado en el pueblo es custodiado por soldados que pasan las horas esperando que terminen las funciones.

«Ellos siempre están protegiendo, por ese lado está bien. Dios quiera que el Gobierno nos ayude más», dijo a Efe Jacinto Roque, un campesino que viaja con frecuencia a la cabecera municipal para vender el cacao, la yuca y la piña que cultiva en su finca.

Para Roque, los principales problemas que tienen los campesinos tumaqueños y que los llevan a cultivar coca están relacionados con la pobreza, pues asegura que «la vida es dura» en esta región donde el 16 % de la población vive en la miseria y la inmensa mayoría está en la pobreza.

«En estos últimos meses la delincuencia ha puesto la situación difícil. También por los problemas económicos lo tenemos bastante duro. Le pedimos al Gobierno que se ponga la mano en el pecho y trate de ayudarnos», afirma con aire pesimista este campesino de 66 años.

Según un perfil productivo de Tumaco elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) con el apoyo del Gobierno, en este municipio la proporción de personas con necesidades básicas insatisfechas es del 48,7 %.

El déficit cuantitativo de vivienda es del 12,3 %, mientras que el cualitativo es del 76,4 %.

Es por ello que Roque cree que los campesinos cocaleros que fueron asesinados el pasado 5 de octubre lo único que estaban haciendo era defender los cultivos con los que subsisten y consiguen su pan de cada día.

«Los campesinos murieron por la situación económica. Ellos, por no dejar perder lo que les da el pan para comer, se arriesgaron a la muerte, eso nos tiene bastante apenados», manifestó.

Según las autoridades, de Tumaco, por su extenso litoral, salen toneladas de cocaína cada año con dirección a Centroamérica, México y Estados Unidos.

Las zonas rurales del municipio son selváticas y de difícil acceso, a lo se debe sumar que, según un informe de la Fundación Paz y Reconciliación, hay al menos 11 grupos armados ilegales que buscan hacerse con el control de la región no solo por los cultivos de coca sino por los innumerables laboratorios de producción de cocaína y por su «privilegiada» ubicación para las rutas del narcotráfico.

«Si el Gobierno se pone las pilas con nosotros somos capaces de alejar a los campesinos de la coca. Si el Gobierno se pone la mano en el pecho y los ayuda, dejan la coca», concluyó Roque.

EFE


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