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El estudiante, ¿un animal domado o un espíritu libre?


Por: Antuaneth Alarcón Turbay.*

¿Qué significa que algo sea normal? A grandes rasgos consideramos “normal” al estado natural de las cosas, pero en los seres humanos ¿qué es lo normal?; si tomamos esta última consideración el hombre no tiene un estado natural porque se encuentra en continuo cambio. A menudo pensamos que aquello que estamos acostumbrados a ver, percibir, tratar, y abordar es lo normal, pero olvidamos que ese es sólo el contexto en el que nos encontramos inmersos. Convivimos en distintos tipos de instituciones asumiendo roles diferentes con el fin  de generar un orden y una estabilidad social.

Es razonable que las instituciones sociales busquen controlar u ordenar la vida en comunidad, y lo fundamental: normalizar; es decir, crear normas para que las personas que allí conviven se adhieran a un modelo común. El derecho, sin duda alguna yace en todas las clases de instituciones, pero, los derechos que poseemos dentro del Estado Social de Derecho son controlados por las instituciones a menudo de manera excesiva.

La educación, entendida como un derecho social y fundamental se materializa en las Instituciones educativas, por lo que consideramos que estas, en el caso particular de las universidades, son de calidad cuando egresan profesionales altamente competentes y capaces de desempeñar a cabalidad sus labores. Sin embargo, en ocasiones los marcos institucionales creados por estas con el fin de “normalizar” y satisfacer sus necesidades como institución se hacen tan cerrados que llegan a crear dogmas y paradigmas lejanos de cumplir o alcanzar para los estudiantes que en ella se forman.

Pareciera que estuviese establecido un fundamento definitivo que todas las instituciones educativas intentaran imponer.

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Lo que apunta, a que en caso de plantear un pensar distinto al que la institución defiende se te podría hasta acusar de crear “disidencia”, y peor aún, que pueda ser utilizado en tu contra años más tarde lo que dijiste o hiciste. Porque no se adopta como una nueva alternativa de pensamiento, sino, como un modo de manifestación de alumnos y docentes en contra de la institución.

Por ello, la importancia de recordar que la educación dentro de un Estado Social de Derecho debe estar enfocada a satisfacer las necesidades comunes o generales para el desarrollo de la comunidad, y que la autonomía de las instituciones no debería limitar la satisfacción de los fines dentro de este modelo de Estado.

Es cierto que en el caso de las universidades, nuestra Constitución Política consagra en su artículo 69 la autonomía universitaria, y con esto se reconoce a las universidades facultades para establecer sus preceptos, crear sus programas académicos, escoger sus directivos, la admisión de alumnos y docentes y aplicar su reglamento para cumplir su misión institucional.  Pero, dicha autonomía no debería ser una barrera para la autonomía personal, sustentada en la libertad también reconocida en la Constitución.

Entonces, dentro de esa autonomía, es indispensable que las universidades formen individuos críticos, autónomos, que tenga capacidad de discernir en su vida y en la sociedad de la cual hacen parte, que se sientan libres a la hora de desenvolverse, que tengan cabida las controversias y las polémicas que construyan sociedad.

Teniendo en cuenta que el Estado le apunta a que la educación sea un pilar importante en el desarrollo social, este objetivo se desdibuja cuando somos alineados a una tendencia o ideología que lleva al estudiante a considerar como definitivo lo aprendido, sin esforzarse por comprender por sí mismo las realidades sociales a las que se enfrenta. Pero este, es principalmente un reto de cada estudiante… la decisión de no tragar entero.

Las instituciones educativas, y especialmente las universidades, son conscientes que la educación no es un asunto banal, lo que requiere que estas tengan como objetivo fundamental que sus formas establecidas cambien constantemente, que se adapten a las nuevas realidades y mejoren sus estrategias de cara a los nuevos tiempos. Así que, contribuyan a habilitar espacios que promuevan la diversificación para que el estudiante no sólo descargue el conocimiento adquirido en clases, sino además, que sus contenidos sean más sustanciales. Y con esto, en la diversidad, sería una gran labor potenciar espíritus libres.

Los estudiantes no somos exclusivamente aquellos que necesitan los docentes para llenar sus planillas y actas, el docente más que un transmisor de conocimientos debe ser un instrumento de inspiración,  que motive inquietudes en sus alumnos para que se apresten a observar,  imaginar y experimentar que el proceso de enseñanza no es únicamente un examen. El profesor no “forma” al estudiante, toda persona tiene su propia forma, por tanto, el estudiante tiene su singularidad antes de entrar al aula, y la labor del maestro es orientar la evolución integral del aprendizaje.

El saber lleva a la emancipación, a la transformación y produce ganas de incluir nuevas razones distintas a las que se nos atribuyen como únicas.

*Estudiante de Derecho.


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