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De la curativa a la preventiva


Por: Johana Bueno Álvarez

Hace unos días en una plaza pública de la ciudad me encontré a un viejo amigo, de momento tomábamos una taza de café, evocábamos anécdotas y nos recreábamos con las muestras culturales que se presentan en el lugar. Entre palabras que iban y venían pronto me cuestiona “¿por qué defiendes tanto al sistema de salud cuando vemos día a día el drama que se vive para tener atención médica?”

Sin pensarlo dos veces respondo: “partiendo de una metáfora, hagamos cuenta que el sistema de salud es una silla, esta se fabrica con la finalidad de responder a las necesidades de servir como asiento para el descanso, la silla no se mueve a menos que alguien la mueva, no responde de forma autónoma por su naturaleza inerte, la calidad en su diseño es independiente del trato que se le dé… ideal que se use conforme al objetivo para el cual fue creada, pero ¿juzgamos la silla cuando alguien la usa para romper cabezas?”.

Así, considero el sistema de salud como una estructura bien diseñada, pero los operadores no hacen lo que supone el sistema deben hacer y los controles fallan recurrentemente.

En la transición del modelo de las contingencias de más de dos décadas regulado por ley 100 de 1993, hacia el modelo de atención integral que nace por la necesidad de un contrato social con el estado mediante ley 1751 de 2015, siendo el nuevo eje central el fortalecimiento de la gestión del riesgo de salud en colaboración y coordinación de los sectores públicos, privados y la comunidad con la finalidad de promover la prevención en contraste con el modelo anterior que se concentraba en la curación.

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Así, desde un enfoque colectivo en salud es de vital importancia priorizar la reorientación de la operación del sistema logrando, en las políticas públicas de prevención, el beneficio de todos alcanzando disminuir la carga de enfermedad que se concentra en la comunidad. En el mismo sentido, es preciso señalar que nuestro sistema de salud publico cuenta con la asistencia técnica del banco mundial, que promueve incentivos en la implementación de políticas públicas para disminuir la ocurrencia de enfermedades.

Pero encontramos casos donde intereses egoístas de sectores económicos han impedido avanzar en la implementación de políticas públicas sanitarias enfocadas a la prevención, tal es el caso del proyecto de impuesto a las bebidas azucaradas que procuraba al incrementar su costo disminuir el consumo, y que se hundió en el congreso en el congreso en medio de uno de los debates más acalorados del año.  Iniciativas como la Ley antitabaco (ley 1335 de 2009) y las leyes de etiquetado son ejemplos exitosos en el mundo por haber generado gran impacto positivo en la salud publica de países como chile, Perú, México, e incluso Colombia, pero cuando se habló de las bebidas azucaradas lo evidente resultó pequeño frente a la muralla del poder económico.

Ahora bien, volviendo de esa cooperación y coordinación que supone la Ley 100, ¿Puede el sistema de salud lograr una articulación armónica cuando existen 70 empresas aseguradoras en salud, 1,011 entes territoriales y 10,051 instituciones prestadoras de servicios de salud?

Puede, pero desde luego que es una tarea de gran complejidad, especialmente dada las diferencias de cada uno de los actores, y se precisa de acciones enfocadas al logro de los objetivos comunes, centrádos en el fomento de la atención primaria fortaleciendo por la promoción, la prevención y la comunicación. Un ejemplo de esto estaría en la creación de un modelo de salud territorial descentralizado que contenga políticas sanitarias enfocadas en el diagnostico de salud según sea la caracterización poblacional.

Desde la oferta pública, en la conceptualización del modelo preventivo de salud se destaca el departamento de Guainía, donde se adoptan políticas especificas de acuerdo a las condiciones epidemiológicas y demográficas y han logrado capacidad resolutiva y estandarización de buenas practicas en salud.

Sobre la base de lo expuesto, no podemos endilgarle la carga de las actuaciones de cada uno de los actores a la función estructural, de la misma forma que no podemos culpar a la silla, mucho menos acometer una reforma a la Ley sin diferenciar las causas estructurales de las causas humanas, las medidas de solución desde la perspectiva social deben ser enfáticas en alcanzar el bienestar por medio de la ejecución de políticas públicas preventivas en salud y asegurar las acciones de rectoría para efectos del goce efectivo y aporte a mejorar nuestra calidad de vida.

*Médico y especialista en Gestión de la Calidad y Auditoria en Salud

 

 


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